El corazón

Éste, a pesar de ser otro de mi juventud (y el último que incluyo en el blog), es uno de mis favoritos. Tal vez porque siento que es el más honesto. No lo sé. Espero que el lector también lo disfrute.

¡Oh, corazón mío!
¡Cuánto te quiero,
cuánto te odio!
¿Qué me dices?
No te entiendo.
No susurres, ¡GRITA!
No llores en silencio
entre velos de zozobra.
¡Sal de tu oscuridad,
fortalece tu coraje,
demuestra tu voluntad!
Yo te escucho,
me sumerjo en tu mundo,
pero no me arrastres en tu pena,
ven a mi júbilo,
coge mi mano,
y bailemos juntos.
No te arrastres en mis entrañas,
Salta en mi pecho.
No huyas de tus sentimientos,
abrázalos con el recuerdo.
No seas cobarde
No blasfemes, no llores
No seas indulgente
No seas convaleciente
No seas rencoroso
No seas celoso
No te escapes de la verdad,
nuestra verdad.
Busca tu libertad,
no huyas del pasado,
no lo busques,
no te hundas en él,
no lo niegues,
ámalo como me amas a mí.
Yo no te niego,
en tu ocaso te acompaño,
a tu aposento visito.
Te sigo en el presente,
te sigo en el futuro.
No nades en tu sangre,
escupe tu felicidad…
que brote a tu alrededor,
que se expanda en mi alma.
¡Oh, corazón mío!
¡Oh, mi dulce e inocente corazón!
No sacrifiques tu dulzura,
no dejes que las moscas saboreen tu miel.
Apártate de lo muy dulce,
de lo muy salado.
No te ablandes, te derretirías,
no te endurezcas, te partirías.
Sé fuerte en su momento,
no flaquees, no vomites debilidad.
Cuida tu postura,
resucita tu felicidad,
no llores en el recuerdo,
llora con él.
Tú, corazón…
tú todo lo tienes,
abandona el sufrimiento,
goza del placer del palpitar,
tienes que alcanzar una meta
que sueles admirar.
No te entregues a la pasión,
ésta es maligna, traicionera,
utilízala, pero no la mudes a tu hogar.
¡Oh, corazón mío!
¡Cuánto te quiero,
cuánto te odio!

Agosto, 1995

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