En algún lugar en el Océano Atlántico, junto a la costa africana (a unos cien kilómetros al oeste de Marruecos y unos mil kilómetros al sur de España), se encuentran ocho hermosas hermanas bañándose en las aguas vigorosas del Atlántico. Allí descansan sosegadamente, sin perturbarse por lo que ocurre en el mundo, disfrutando de su relación simbiótica con el océano que tan tiernamente acaricia sus cuerpos volcánicos y precipitosos. Estas hermosas tierras, cada una con su personalidad distintiva y sus bellas cualidades, se conocen como Las Islas Canarias.
Tuve la suerte de crecer en la isla situada más al este, Lanzarote: rodeada de un océano donde habitan criaturas increíbles e interesantes, cubierta de playas con una arena cálida, sedosa y suave, capaz de abrazar tu piel al echarte sobre ella con gozo absoluto. Una isla cubierta de lava y volcanes que te recuerda a películas de ciencia ficción pretendiendo ser Marte o mundos desconocidos que nadan libremente en las corrientes del universo (donde, de hecho, películas como “Enemigo Mío” (1985) fue rodada).
Una isla tan pequeña que la podrías recorrer en coche en un día y encontrarte con paisajes tan diferentes y enriquecedores que resultaría increíble creer que te encuentras en el mismo lugar. ¡Sí! Allí es donde crecí yo. No cambiaría ninguna de esas tardes al volver de la playa —mi madre gritándonos a mi hermana y a mí para que saliésemos del agua antes de convertirnos en delfines y así poder regresar a casa— por nada en este mundo. El sol escondiéndose tras el horizonte, mezclándose con el mar, creando una explosión de colores, despidiéndose del cielo con un abrazo que solo los amantes más íntimos entienden, uniendo sus fuerzas y transcendiendo esa orgía de tonos en llamas a las nubes próximas y cualquier otra superficie que sus brazos dilatados alcanzaban. No podría imaginarme un lugar mejor en el que pasar mi infancia y crecer: mis memorias de esa vida me causan regocijo cuando me visitan.
No fue sino el año en el que estuve en California como estudiantes de intercambio en mi último año del bachillerato que recapacité sobre el nombre de las islas. Conocidas también como Las Islas Afortunadas (retomaré este punto más adelante), nunca consideré demasiado la razón por la que el grupo de islas a las que pertenece Lanzarote se llama Islas Canarias. Algunos chicos en mi clase de cálculo en Estados Unidos se metían conmigo por parecerles un nombre cómico.
—¿Hay muchos (pájaros) canarios allí?— Me preguntaban, procurando provocarme.
—Pues… no, la verdad.— Contestaba perpleja. Pero se había despertado en mi una curiosidad intensa de averiguar por qué, de hecho, tal nombre.
Cuando decidí buscarlo por aquel entonces (hay que tener en cuenta que no existía ni Google ni ningún buscador, así que la enciclopedia era nuestro “buscador análogo”), decía que el nombre provenía del latín canis, que significa perro. Así que las Islas Canarias se convirtieron en mi mente en las Islas de los Perros. Cuando empecé a escribir esta reflexión, indagué un poco más, dando así con diferentes teorías en relación a la procedencia de dicho nombre.
Se dice que las llamaron Islas de los Perros porque cuando los primeros exploradores llegaron, encontraron allí muchos perros salvajes (lo cual es cuestionable e imposible de probar). Otra teoría afirma que se debe al amplio número de lobos marinos (también conocidas como focas monjes) que se encontraban en el mar alrededor de las islas (inexistentes actualmente en las islas puesto que son una especie en peligro de extinción). Otra hipótesis es que puede provenir de la tribu beréber “Canarii”, puesto que se cree que la población de las Canarias proviene del noroeste de África. En cualquiera de los casos, ninguna de estas teorías se puede comprobar del todo, así que lo dejo en manos de tu imaginación para que adoptes la que más te agrade. A mí, personalmente, me gusta la idea de las focas, puesto que me encantan los animales marinos, y pensar que compartí esas mismas aguas donde me bañé con tanta frecuencia con esas preciosas criaturas me resulta fantásticamente enternecedor.
Prometí volver al nombre de Islas Afortunadas, algo que se las llama afectuosamente hoy en día y cuyo origen es aún más difícil de comprobar, puesto que dicha teoría está mezclada con la mitología —¡genial, un tema que me fascina!—.
He aquí la historia que se esconde tras el telón de ese nombre.
En la mitología griega, se creía que existía un grupo de islas donde crecía cualquier cosa sin mucho esfuerzo, algo más allá de las Columnas de Hércules (lo que hoy en día es el Estrecho de Gibraltar). Dice la leyenda que Hércules se encaminaría hasta el fin del mundo en busca de unas manzanas doradas protegidas por las Hespérides (diosas ninfa de la tarde y del oeste, hijas de Atlas). Hércules triunfó con su tarea, que le llevó al otro lado de las Columnas de Hércules, llegando así al hogar paradisíaco de dichas doncellas. Se cree que ese lugar eran las Islas Canarias.
Yo siempre creí que se llamaban Islas Afortunadas por el clima templado, siempre tan agradable —ni con demasiado calor, ni demasiado frío— y en un lugar que nunca enojaba demasiado a la madre Naturaleza, aunque en los últimos años han habido más tormentas y fuegos forestales.
Con este pequeño ensayo he procurado explicar el nombre tan elocuentemente como he podido y con la intención de mantener tu atención y no aburrirte a muerte, querido lector. Empero, a ti que tal vez no conoces muy bien las islas o su situación socio-política, tal vez te preguntes que si se encuentran tan cerca de África deberían pertenecer a dicho continente. No es así. Las Canarias, como tantos otros lugares alrededor del mundo, fueron parte de la expansión del imperio español durante sus años de conquista por la época de los Reyes Católicos. Durante mucho tiempo, España y Portugal se pelearon, como niños con un juguete nuevo, por tomar el control de las islas —su situación geográfica era muy propensa al comercio marítimo—. Durante mis años en el instituto, mi profesora de historia nos contó —bromeando— que, básicamente, durante el Tratado de Alcazobas, echaron una moneda a cara y cruz y a ver a quién le tocaba. Como sabemos, a España le tocó Canarias, mientras que Portugal se hizo con Madeira, Azores y Cabo Verde. Tiene gracia, si te paras a pensarlo.
Espero que te haya resultado una lectura amena y, tal vez, hayas aprendido algo nuevo que no conocías. Si nunca has visitado, te recomiendo unas vacaciones en esas hermosas islas, llenas de belleza y cultura. Descúbrelas y la magia que esconden en sus rincones.
Gracias por leer.
30 de mayo de 2024 (Día de Canarias)