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LAS PALABRAS Y YO

Encontré el placer de la palabra a una temprana edad. Antes de los cuatro años solía rebuscar en los periódicos e intentar descrifrar esos extraños jeroglíficos que entonces no reconocía como letras que se unían para formar palabras que, asimismo, preñaban las páginas de dichas publicaciones diarias para crear las noticias. No, no entendía el propósito, pero sabía que quería hacerlo, así que preguntaba a mis padres qué era la «a» o la «ñ» o cualquier otra letra. Poco a poco, fui aprendiendo a descifrar el significado de esas letras bailando al unísono para componer nuevos significados de las cosas, de la vida, de, bueno, ¡todo! Para entonces ya había olvidado los periódicos y tenía mis propios libros y «El patito feo» de Hans Christian Andersen fue el primer cuento que leí de principio a fin. De hecho, aún tengo el libro donde se encuentra ese precioso relato.

Seguí leyendo y leyendo, pero no sólo leía, sino que escribía. Escribía tanto que mis padres me regalaban cuadernos para poner todas mis ideas en papel.

Muchos años más tarde siento que ya no escribo tanto, a pesar de que es mi mayor pasión. Leo como si no existiera el mañana (¡tantas palabras por devorar! ¡Tantos libros y tan poco tiempo!), así que me decidí por utilizar la tecnología a mano para empezar nuevamente a escribir como si no existiera nada más bello. Y aquí estoy. Espero que disfruten de mis historias y demás y que me dejen sus comentarios y correcciones según lo vean necesario.

No hay mejor manera de aprender que con la crítica constructiva de los demás.

¡Disfruten de la lectura!

Natalia

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