A mis hermanas
Cuando me senté a leerme mis antiguos escritos (poemas, reflexiones, cuentos y demás), se me hizo obvio que una gran mayoría iba dedicada a diferentes sujetos que, en algún momento u otro, significaron algo para mí y ocuparon un lugar en mi corazón. Para mi pesar, descubrí que no había dirigido ninguno de estos escritos a las más significantes constantes en mi vida, mis tres preciosísimas y fabulosas hermanas.
Al fin y al cabo, me he percatado de que amores van y vienen, amistades (no las más profundas, pero la gran mayoría) no duran para siempre e ídolos pierden prioridad con los años. Sin embargo, el lazo que se comparte con una hermana es indescriptible y, aún así, aquí estoy, intentando describir lo imposible.
Cuando era aún una niña, y mi hermana mayor, Gabi, empezó un noviazgo, le pregunté si le quería a él más que a mí. Entonces, para mí el amor sólo tenía un significado, pues desconocía aquél de aspecto romántico. Gabi me contestó con dulzura, -Es diferente, Nati. A ti te quiero mucho de una manera, y a él también, pero en otro sentido-. Al no entenderlo, me sentí herida, pues pensé “¿Cómo puede ser? ¡Nosotras somos hermanas!”. Pero uno crece y, para bien o para mal, va comprendiendo diferentes realidades de la vida. Las variables siempre serán variables, pero sin las constantes, esas variables pierden un poco de brillo.
Y aquí me encuentro, sentada frente al ordenador, con miles de ideas de cómo empezar a organizar y desarrollar estos pensamientos que necesitan ser expresados.
Gabi
Gabi es una de esas personas con un instinto maternal innato. Es una de sus cualidades más destacadas. Está presente cuando la veo con sus hijos y estaba presente en mi niñez cuando nos cuidaba a Caro y a mí en la ausencia de nuestros padres. Gabi es una persona tan bondadosa que siempre ha puesto a los demás antes de sí misma. Es generosa y le abre el corazón a todo aquel que se lo merezca. Es vulnerable y fuerte al mismo tiempo. Y, más que nada, Gabi es alguien con quien se puede hablar de cualquier preocupación con el conocimiento de que no te juzgará por tus decisiones o actos.
Cuando tuve el placer de compartir piso con ella a los 16-17 años, se convirtió en una de mis mejores amigas. Y para mí ese paso significó mucho porque, al existir 8 años de diferencia entre nosotras, nunca sentí (antes de esa fase en que me iba convirtiendo en una mujer) que éramos más que hermanas. Pero llegó el momento en que ese lazo se formó y nada lo destrozaría, aún con la distancia que nos separa y el gran océano que nos divide actualmente.
Anteriormente comenté que Gabi era una persona fuerte. Y lo es. Ha vivido muchas adversidades en su vida y, aún así, nunca ha sentido lástima por sí misma. Siempre ha seguido adelante aún cuando parecía que la vida le daba la espalda. Sí, es una persona digna de respeto y cualquiera que tenga el privilegio de conocerla, sabrá que mis palabras no le hacen justicia a ese alma que emana tanto amor y cariño.
Gabi ha sido y es un pilar en el que me he apoyado y sé que siempre podré apoyarme. Es mi agua cuando tengo sed, mi calor cuando tengo frío, mi frescor cuando tengo calor y la mano que me ayuda a salir de los hoyos más profundos en los que caiga.
Te quiero, Gabi, y espero darte tanto a ti como tú me has dado a mí.
Caro
Caro es una de esas personas que no se dejan ver por lo que tienen que ofrecer hasta que hayan establecido una confianza con alguien. Es dura y frágil al mismo tiempo. Es difícil encontrarle ese lado dulce, pues lo esconde tras una máscara impenetrable.
Sin embargo, nosotras, sus hermanas, la conocemos y entendemos su carácter. Es increíblemente generosa con lo que tiene y siempre comparte con quienes quiere. Le gusta ayudar y regalar y ver la alegría reflejada en los ojos de aquellos a quienes tiene el placer de asistir.
A veces creo que tiene un corazón tan grande que es imposible que le pueda caber en el pecho. Su sonrisa es tan sincera y bonita, que ilumina cualquier lugar al que va.
Caro y yo compartimos mucho durante nuestra infancia. Descubrimos y jugamos juntas. Éramos las mejores de las amigas, aunque no faltaran las peleas y los piques entre nosotras. Nos queríamos y odiábamos simultáneamente, pero siempre estábamos allí la una para la otra.
En la escuela, Caro era mi protectora. Si algún niño (o niña) se metía conmigo, ella venía al rescate. A pesar de llevarme poco más de dos años, siempre fue físicamente más fuerte y directa que yo. Nadie pisoteaba a mi hermana. Es una de las características que más he envidado de ella, sabe defenderse y no aceptar el abuso de nadie. Si algo le parece injusto, lo dice. La respeto inmensamente por ello.
Caro es generalmente justa, y sus hermanas somos su más preciado tesoro. No hay nada que no haría por nosotras si a su alcance está ayudarnos.
Caro, te quiero inmensamente y espero ser tanto para ti como tú lo has sido para mí.
Yure
Yure llegó a mi vida bastante tarde. Reconozco que en un principio no me hizo la menor gracia perder mi estatus de hermana menor y “peque” de la familia, pero en cuanto la vi, me enamoré de ella.
Recuerdo el primer momento que me abrazó. Tenía dos años y fue en la casa de campo de mis abuelos en Suecia. Yo estaba sentada en el suelo, jugando con ella. Se me acercó, caminando como cualquier infante a esa edad, torpe e impaciente. Llevaba una gran sonrisa en el semblante, con sus mejillas rechonchas, su pelo rubio y lleno de rizos. Se me acercó y abrazó mi cabeza como si fuera lo más importante en su vida. En ese momento sentí que el corazón me dio un vuelco, pues sentí algo que jamás había sentido jamás. Un amor infinito e incapaz de reconocer fronteras.
Yure me salvó de mí misma. Al dejar de ser la más pequeña de la familia, me convertí en una persona y aprendí a madurar. La cuidé gran parte de su infancia. Cuando mis padres se separaron, me convertí en una figura paterna. La llevaba a la guardería (y más adelante a la escuela), la iba a recoger, le daba de comer, la acostaba. En cierto sentido, tuve la experiencia de ser como una especie de madre sin serlo.
Uno de los hechos más dolorosos de mi vida, es el no haber estado junto a Yure cuando crecía y se convertía de niña en adolescente y de adolescente en mujer. Aún así, estamos muy unidas. Hablamos con frecuencia y compartimos muchos secretos y experiencias, aún con la distancia.
Yure es una mujer joven muy sabia. A veces me sorprende cómo reacciona a momentos e instancias de su vida o los consejos que me da sobre la mía. Es increíblemente madura en algunos sentidos y, a pesar de la edad que nos separa, me resulta fácil hablar con ella.
Yure, te quiero y espero significar para ti tanto como tú para mí.
Conclusión
Dicen que uno no elige a su famila. Bueno, claramente, es así. Tenemos el fortunio de elegir a nuestros amigos, parejas e incluso compañeros de piso, pero la familia es algo con lo que nacemos. O, tal vez, sea más propiamente dicho que son un grupo de personas a las que llegamos al mundo. Puede que ya estén allí cuando nacemos (como hermanos mayores, tíos, padres, abuelos…) o puede que lleguen más tarde (hermanos, primos, sobrinos…). En cualquier caso, no tenemos dicho en quiénes nos tocan.
Yo he tenido la suerte de nacer en una familia donde mis hermanas son fantásticas. Cada una con una personalidad brillante y algo distinto que ofrecer. Cada una con un corazón de oro y un hombro disponible si necesito llorar. Hermanas que, no sólo son hermanas, son mejores amigas. Les puedo contar cualquier cosa y sé que no me juzgarán. Es posible que en ocasiones no estén de acuerdo con mis decisiones o actos, así como yo con los de ellas, pero no nos juzgamos. Escuchamos, entendemos y, si es necesario, aconsejamos.
La mayor dificultad en mi vida es la lejanía que me separa de mis hermanas. Pese a ello, siempre las siento cerca y ubicadas muy profundamente en mi corazón, con memorias, momentos y conversaciones compartidas.
No hay nada más preciado que tener tres pilares en los que apoyarme cuando me flaquean las rodillas y pienso que ya no puedo seguir adelante y, asimismo, convertirme en ese pilar para darle fuerzas a ellas.
Gabi, Caro y Yure, gracias por ser mis hermanas y estar allí para mí en lo bueno, lo malo y lo peor. Gracias por ser mis amigas y quererme como yo a ustedes. Gracias por hacerme en parte la persona que soy y recordarme siempre de lo que valgo y lo mucho que tengo que ofrecer.
Con todo mi amor y cariño, esto es para ustedes.